Hola… soy una parte de ti que normalmente no escuchas, y quiero contarte una historia. Soy una chispa de Luz, emanada de una Luz mayor y alojada temporalmente en tu cuerpo material, (TU CUERPO) y estoy hecha de energía; de hecho soy energía. Si quieres llámala “vida”. La verdad es que no me importa demasiado que me creas o no, porque mi misión simplemente es plantar una pequeña semilla en tu mente. El gigantesco campo de energía del que provengo, el cual me alimenta y del que formo parte integrante, es llamado por los humanos Dios o Universo, según la religión y la ciencia. Ese llamado “Dios” es la suma de todo cuanto existe, y es la energía o inteligencia creadora que da origen y existencia a todo lo que evoluciona en el universo. Como llegue hasta ese cuerpo de materia que me oculta y limita, y que estoy haciendo en él, es una muy larga historia que trataré de simplificar para ti lo mejor que pueda, aunque no me es fácil en el lenguaje que vosotros empleáis. Esa historia se pierde en la noche de los tiempos, y ninguna mente humana puede concebir su origen.
Hace mucho tiempo, en un remoto pasado que escapa incluso a la imaginación, había en el universo una sola inteligencia, un gigantesco Ser que se propuso, como si de un juego se tratara, llevar a cabo una fantástica tarea. Ese gran Ser estaba hecho de energía, era energía pura y no conocía lo que hoy los humanos llaman “materia”. Sus ansias de aprender, evolucionar y perfeccionarse le llevaron a una increíble idea: proyectar durante un largo tiempo una pequeña parte de su energía fuera de sí mismo en forma de chispas de Luz diferenciadas y temporalmente individualizadas, con el Libre Albedrío. Con ello quería vivir la simple experiencia de aprender, por medio de sus chispas proyectadas, en su paso por diferentes planos existenciales. Para ello primero diseñó y creó esos planos con su propia energía, sometiéndose a un proceso de densificación en el que fue apretando, comprimiendo y “empaquetando” cada vez más y más sus partículas de energía hasta que ya no pudo más, y así creó un total de seis planos o gramos de energía más, además del suyo propio original. Por ahora no les pondré nombres para no complicarte la historia. Al séptimo o último y más denso de esos planos o formas de energía empaquetada vosotros lo llamáis “materia”, y en él las partículas están realmente prisioneras. Luego, al empezar a agregarse en paquetes mayores, los humanos las conocéis como “átomos”, cada uno de ellos con vida y consciencia propia.
Así, el Gran Ser ya tenía formados ahora siete planos de existencia en los cuales podía proyectar sus chispas, para que a su paso por ellos pudieran cosechar experiencias y de esa manera aprender y evolucionar, satisfaciendo su propósito. El porqué ese Ser-Dios- tenía la necesidad de hacer eso, escapa a la comprensión de la limitada mente humana, y solo cuando un ser siente y piensa como chispa divina puede entenderlo. De esta forma, el Gran Ser, como un gran sol luminoso, proyecto fuera de sí mismo parte de su luz y de su energía en forma de chispa de luz, de vida, emanadas de él mediante rayos de luz, igual que los rayos de sol se proyectan cada mañana en la tierra. Cada uno de esos rayos llevan dos cualidades: luz y calor, cualidades llamadas por los humanos conciencia y vida. El rayo de la luz mantendría así conectada cada chispa con su fuente, el Gran Sol, a través del cual este podría alimentar de vida y consciencia, calor y luz, cada una de las innumerables chispas que enviaría para su viaje. El itinerario de esta fantástica aventura era alucinante y lleno de riesgos y retos que ya de por sí atraía a las chispas: atravesar, “cuesta abajo” cada uno de los siete planos de energía y existencia, aprendiendo en ellos a revestirse de su sustancia y utilizarla en cada plano para adquirir experiencias, hasta llegar al fondo del abismo: el plano material, donde por ser el más “apretado” o condensado, las chispas estarían “prisioneras” y muy alejadas de su fuente de origen. ¡Qué difícil es expresarse de forma que los humanos me entiendan…! Qué ganas tengo de que desarrolláis la telepatía para transmitiros directamente esas realidades!
Tras sumergirse, impregnarse e imbuirse totalmente de materia y “tocar fondo” en toda su densidad y profundidad, las chispas aprendían lentamente a ir dominando cada vez más y más dicha sustancia material hasta llegar a moldear a voluntad para crear en ella lo que quisieran. A partir de aquí, el plan era comenzar a sutilizar esa sustancia, refinándola, “redimirla”, llevarla de su limitación y aprisionamiento para, finalmente, transformarla de nuevo en energía, llevándose consigo, además de dicha materia ya refinada y transformada en energía, un montón de experiencias que acumularían en el depósito central (el núcleo de la chispa) y lo enriquecerían. Luego, poco a poco, irían de nuevo, elevándose plano a plano, atravesándolos, esta vez “cuesta arriba” y de vuelta a casa, aprendiendo en cada plano a utilizar los conocimientos adquiridos en ellos para hacer lo mismo que en plano material: irlos refinando, sublimando y lentamente transformando en energía, energía cada vez más sutil, más pura, hasta llegar al final del viaje después de mucho, mucho tiempo, de nuevo al hogar: el Gran Sol o Gran Matriz de las que como hijos/hijas un día partieron. Al llegar a él volverían a fusionarse con su Ser, pasando de nuevo a formar parte integrante de su gran cuerpo, y desprendiendo así en él todo el rico acumuló de experiencias adquiridas a su paso por todos los planos de existencia.
De esta fantástica e increíble historia se desprende que cada ser humano, cada uno de vosotros, sois en vuestro interior una CHISPA DE DIOS alojada y bien escondida dentro de un cuerpo hecho de materia, a más o menos la mitad del viaje de vuelta a casa.